Un encuentro con la SEDA

Un encuentro con la SEDA

Les comunico que en un viaje, entro a un tienda Cristiana en busca de libros. Veo estos mantos en seda en unos ganchos de felpa, y cuando le pido a la propietaria que me los muestre, quedé impactada al verlos. El marmoleado y el color gradiente captaron mi atención. Los colores brillantes y como se entrelazaban me cautivaron la vista. Cuando la toco, la seda se desliza en mis manos como el agua. Me identifiqué con cada color que para mi significaba majestuosidad, elegancia, autoridad y a la misma vez, delicadeza, pureza, consagración, tantas cosas que vinieron a mi mente solo por la textura. Fue allí que me enamoré de esta única pieza difícil de duplicar. Con dos sencillos tonos de colores entre azul royal opaco y dorado crema viejo. 

Obviamente la compré, no me importó el precio, pues no había una igual. Tan pronto salí, el Espíritu Santo habló a mi vida comparando esa pieza con nosotros. Una pieza delicada, fresca, brillante, sedosa, llamativa, cautivadora, exclusiva y a tu medida. Porque la seda, cuando la colocas en tu cabeza para orar, en tu cuerpo para danzar, como bufanda, como vestido de danza "toma la forma de ti".  Así somos en sus manos, así nos forma él. Con diferentes colores y diseños, diferentes usos y funciones. Y tomó mi corazón y comenzó la aventura de capacitación, de investigación, de dedicación, de pruebas en diferentes sedas, de pinturas y colores, de lágrimas y frustraciones pero también de gozo y de su llenura. Aún soy una estudiante de su creación. Aún me sigo capacitando por los mejores en esta área sobre el arte de pintura en seda. 

Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento. (2 Corintios 2:14)

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